Paulo Gabriel Hernández “Zague”, tiene en sus
manos una enorme responsabilidad, cumplir con las altas expectativas que la
ciudadanía ocotlense ha depositado en él. Por Zague votó casi el 40 por ciento
de los que salieron a sufragar el pasado 7 de junio; ganó en más del 90 por
ciento de las casillas instaladas por el Instituto Electoral y de Participación
Ciudadana del Estado de Jalisco.
Zague tiene en sus manos un municipio lleno de
basura, con un sistema de aseo público rebasado por el crecimiento de la ciudad,
que si bien, el asunto de tener cúmulos de basura en cada esquina es una
responsabilidad compartida entre sociedad y gobierno, también es cierto que la
falta de iniciativa de propuestas eficaces que ayuden a solucionar este
problema fue una constante en el ayuntamiento saliente.
El nuevo alcalde tiene entre sus manos un
municipio con un sistema de drenaje que no funciona, que causa inundaciones con
la mínima precipitación de agua, un sistema de drenaje que el año pasado
provocó que colonias completas perdieran parte de su patrimonio por una
inundación que alcanzó más de un metro de altura, y que además desnudó al
raquítico equipo con el que cuenta la unidad de Protección Civil y Bomberos,
otro asunto más en las manos del nuevo presidente municipal.
Paulo Hernández “Zague”, toma un municipio
baleado, mutilado y torturado, con el luto de 42 familias que perdieron a un
hijo en Tanhuato, un municipio que celebró su Día de Muertos a finales de mayo;
toma una ciudad en la que sus jóvenes encuentran un futuro fácil en el narco y
la clandestinidad, donde la orientación vocacional señala dos caminos, ser
sicario o vender combustible robado.
Hoy ponemos en manos de Zague, un municipio
dolido, desfalcado y ensuciado, pero con la firme convicción que no será solo el
gobierno quien ayude a sanar los moretones y a limpiar la basura que nosotros
mismos hemos permitido que unos cuantos políticos improvisados coloquen (de forma
simbólica) en nuestras esquinas; la responsabilidad y el compromiso deben ser
mutuos.
Hoy, como aquel 3 de octubre de 1847,
comencemos a reconstruir un nuevo Ocotlán, cada quien desde nuestras
trincheras, con la firme convicción de recuperar las calles y de multiplicar
las acciones para hacer de esta ciudad, un lugar para vivir y convivir con el
que tenemos al lado.
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