Camino Correcto: Sin Corazón

Había una vez un chico llamado Raúl que tuvo que elegir entre dos caminos. Uno parecía cómodo, seguro y monótono. El otro era temerario.

Raúl decidió continuar por el camino cómodo y seguro, pensó: si este camino es el incorrecto me regreso al principio y optaré por el temerario.

Raúl camino largas jornadas, topándose con carreteras pavimentadas y rápidas, caminos llenos de mujeres, sexo y música estridente. El camino era simplemente fascinante, se desbordaba en risas, veía paisajes envidiables y conocía animales exóticos.

Raúl pensó que el camino lo llevaría a la felicidad hasta que un día, el joven de 27 años topó con la caseta de cobro. No será mucho pensó. Además con mi sonrisa seguro me hacen un descuento, imaginó.

$600 morleques le dijo la empleada con voz ronca y dientes afilados. No puedo pagar preocupado susurró Raúl. La empleada quedo en silencio por minutos. Tendrás que darme la parte de tu cuerpo que más valores le dijo la empleada con un tono cínico y altanero.

Raúl era básicamente la reencarnación de narciso, amaba su cuerpo como un tesoro virgen. Lo cuidaba cual loba a sus cachorros. Raúl le rogó a la empleada que le permitiera regresar al principio y probar un nuevo camino, pero era demasiado tarde. Disfrutó mucho del camino, tenía que pagar.

Dame tus manos, propuso la empleada, son blancas, frágiles y delicadas, manos dignas de un escritor, haría mil poemas con ellas. ¡Mis manos no, no podré nunca acariciar al amor de mi vida! exclamó Raúl. Mejor, mira, te doy mi cabello, tócalo, es muy delgado y fino. El cabello es muy barato, no me sirve, dame tus ojos, son verdes y profundos, con ellos podría mirar atardeceres rosados y aves blancas. ¡No mis ojos no! grito muy asustado Raúl. Mis ojos son lo mejor que tengo, no podría nunca ver mi rostro por las mañanas ni contemplar la luna en las noches de otoño. Tal vez quieras mis ropas, dijo el joven. Inmediatamente la empleada negó con la cabeza. Sus ojos saltaron y dijo emocionada: ¡Ya sé!.

¡Tu corazón!

Raúl sin pensarlo aceptó. Él nunca antes había necesitado de su corazón así que pensó que sería una buena oferta dejarlo con la empleada. Raúl pagó, dio la media vuelta y regresó al principio de su camino. Esta vez no había diversión en el camino, era de noche.

Al llegar al punto de la disyuntiva, Raúl no quiso elegir camino alguno. No tenía ilusión de encontrar algo que pudiera ser agradable. Simplemente se tiró en una piedra a ver la vida pasar. No confiaba más en los caminos. No quiso perder algo más de su cuerpo.

Raúl cumple hoy 45 años y sigue esperando que su corazón mágicamente regrese junto a la ilusión que dejó para el camino.

Dice la leyenda que los corazones nunca regresan. Raúl aún tiene la esperanza de verlo llegar.

Fin.

Para 42*

Mi Twitter: @Muro

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
A veces es tan difícil recuperar la ilusión perdida. Y lo único que se requiere es valor para retomar el camino...