Recuerdos

Mi corazón aún lo recuerda. Recuerda cada segundo desde que te conocí, desde que vi tus ojos, desde que roce tus cabellos lacios como cascada, tu cuerpo irradiaba sensualidad, y tu cara; tu cara era simplemente perfecta, tus ojos más profundos que un abismo, tu boca carnosa, jamás había mirado alguna igual, tu nariz firme y delicada. Sí, aún recuerdo esos días; recuerdo cuando me avisaste por medio de un telégrafo que vendrías, incluso recuerdo al cartero, tus palabras claras y desnudas: “Víctor iré a GDL, y  después juntos iremos al rancho”. Dos días más tarde llegaste en avión desde la ciudad de México, nunca entendí porque te gustaba viajar por aire y no por tren como siempre yo te decía que lo hicieras. 

Todavía recuerdo cuando te vi venir, usabas anteojos, yo te los quite para entrar a ti por medio de tus ojos, para entrar en tu cuerpo, en tu alma; quería que sintieras lo mucho que te esperaba, lo mucho que te quería. Recuerdo la emoción que sentía por ir al rancho contigo, dijiste que querías remodelar toda la casa, así que fuimos con el surtidor de pintura, compramos dos botes de pintura blanca y uno de color rojo. Cuando llegamos al rancho tomaste tu sombrero y yo mi gorra, no quisimos manchar de color nuestra ropa; cuando terminamos de pintar la casa, recuerdo que decidimos subir a la moto, anduvimos por todo el pueblo, recuerdo que el marcador kilométrico llego al tope. Que feliz era, solos tú, yo y la naturaleza, que bien me sentía, me creía vivo, estaba vivo a tu lado. Llegado el anochecer, acordamos ir al establo a llevar forraje a las vacas, pero nuestra visita a ese lugar fue más que alimentar a los animales que ahí dormían, esa noche alimentaste mis deseos, fomentaste mis fantasías, realizaste mis sueños, formaste en mi una nueva persona dejaste que mis más bajos instintos se volvieran hechos, que se convirtieran en carne viva, en sudor, en olor, en calor; ese calor que se consumía con nuestros besos, con tus caricias, con tus palabras. 

Poco a poco fui quitándote la ropa, primero tus zapatos, después las medias, desabroché  cada uno de los botones de tu blusa, me deshice de tu sostén, tus pechos eran dos montañas en medio de un bosque por demás encantador. Aún recuerdo como te sentías intimidada por mí, como temblabas cuando te tocaba, cuando te rozaba con mi barba, cuando te hablaba; me senté en una silla y tú te montaste en mí, sentía tu reparación, sentí como te sentías, como lo vivías; tu pudor lo dejaste de lado, mi cuerpo ahora estaba dentro del tuyo, en ese momento éramos uno solo, nos habíamos fusionado por medio de nuestro sudor, de mi amor, de nuestro calor, de tu pavor. Poco a poco fuiste besando cada centímetro de mi piel, fuiste recorriendo mi cuerpo con tu lengua, lengua que me quemaba, que ardía, que cortaba mi alma en pedazos para volverlos a unir con tu dulzura disfrazada de inocencia; pasaste por mi hombro hasta llegar a mi pezón, eras torpe al hacerlo, pero eso estaba por demás, lo importante era estar juntos y no volvernos a separar, fuiste bajando poco a poco hasta toparte con la fuente de vida, bebiste agua de ella, probaste su sabor y mientras lo hacías me mirabas como retándome, como si me dijeras que tu tenias el mando, no aguante más todo eso que tú me hacías sentir, decidí que frenaras, que te detuvieras, pero sólo por unos momentos. Te tire junto a la paja, ahí hice que los dos quedáramos unidos por medio de nuestros cuerpos, por medio de algo espiritual. No sé cuantas fueron las posiciones en las cuales estuvimos juntos, adheridos uno al otro, eso sí que no lo recuerdo; sólo sé que me gustaba estar así, me gustaba sentirme tu dueño, me gustaba creer que nadie más iba a gozarte, que nadie más te tocaría como yo lo había hecho, que nadie llegaría a tu vida.

Después de haber pasado casi dos horas dentro de aquel que parecía nuestro único lugar para sentirnos juntos; elegí llegar hasta el cielo, y lo hice, toque el paraíso, por un momento quise quedarme ahí, pero el simple hecho de pensar que tu estarías sola, e indefensa me hizo querer regresar contigo, regresar a la vida, estar contigo, junto a ti, cerca de la persona que más sensaciones me había hecho sentir, que más me había hecho gozar, que me había vuelto a la vida, que meramente me había llevado al cielo, y forzosamente me hizo regresar.

Toda la energía que mi cuerpo había cosechado lo dejé en ella, lo mejor de mí quedó en ella, lo más puro de mi ser, mi vida la dejé en ella, dentro de ella, nunca me imaginé pasar una velada así; llena de placeres, de gozos, de deleites, de regodeos. Recuerdo sus sonidos, recuerdo su cara de goce combinado con dolor; recuerdo como me pedía que no parara, como pedía que la tocara, que la palpara, que la besara, y así fue, toque, y besé cada centímetro de su cuerpo, sus besos me sabían a miel, después besé su cuello poco a poco hasta abarcar lo más que podía con mi lengua, besé su oreja, recuerdo como un arete tuyo se atoro en mi boca, pero eso no importo, continué besando cada milímetro de tu majestuoso cuerpo, seguí hasta llegar a tus senos, los mame como un becerro recién nacido, parecía que tus pechos eran fuente de vida,  fuente de toda divinidad, paulatinamente fui descendiendo por aquella escultural figura, recuerdo como mis manos trataban de  abarcar toda tu cintura, como apretaban tus caderas... Continuará 

.Junio 2006. Cuento realizado para la materia de "Lingüística"

Comentarios